Los nervios no me dejaban descansar, durante dos noches no dormí nada sabiendo que me iba de viaje con la clase a Tenerife, pero aún así sabiendo que me iba a pasar genial con todos mis compañeros y compañeras de sexto.
Sonó el despertador, miré el reloj y vi
que era la hora de partir hacia el puerto, mi cabeza estaba llena de
recordatorios de mi madre: Daniel no olvides esto, Daniel recuerda aquello,
Daniel pórtate bien… Pero llegó mi gran día, o mejor dicho, nuestro gran día.
Aunque tuvimos un viaje movidito,
debido a que el mar trataba de darnos la bienvenida a su manera, pisamos el
puerto de Los Cristianos a la hora prevista, tras una breve estancia en lo que
sería nuestro refugio durante las dos próximas noches, seguimos nuestro camino
a conocer un mundo lleno de animales llamado “El Parque de las Águilas”. Allí
tuvimos la ocasión de conocer una variedad compleja de animales.
Pasadas las cinco de la tarde y, aunque
nos encontramos un poco agotados, llegamos al “Camping Nauta”, nuestro refugio
y nuestro campo de juego. Tras una granizada fresquita y un cambio de ropa
comenzó mi tarde de juegos con los compañeros, jugué al fútbol, me bañé en la
piscina… una ducha rapidita y a cenar. Tras la cena, otro rato de risas y
juegos hasta que mi cuerpo hasta que mi cuerpo agotado decide llevarme a la
cama y, tras un rato de conversación con mis compañeros de habitación caigo
rendido en la cama.
¡Despierta Daniel! Que es la hora del
desayuno, tras esto, un autobús nos esperaba rumbo a La Laguna , allí aunque no
estábamos cerca del cielo, pudimos divisar las estrellas, adentrarnos en un
laberinto de espejos y con un aparato y un mínimo esfuerzo levantar un coche.
Muy a nuestro pesar, nos tocaba en
nuestro siguiente paseo una visita por el casco histórico de La Laguna. Nuestro estómago
crujía, tocó la hora de parar a comer: el McDonals nos esperaba.
Y regreso de nuevo al Camping Nauta y
de nuevo tocó divertirme con mis amigos, una parada para la cena y más risas
hasta la hora de dormir.
Un poquito de gasolina con un buen vaso
de leche y nos vamos al “Aqualand”. Allí disfrutamos de una variedad de
toboganes muy propios de una montaña rusa, montados en grandes flotadores nos
deslizamos por túneles que desembocaban en enormes piscinas. Había que probarlo
todo, había muchas atracciones y poco tiempo, ¡había que aprovechar al máximo!
Muy a nuestro pesar, terminó la jornada
en el “Aqualand”, nuestro destino era ahora el puerto del que zarparía el barco
que nos llevaba de vuelta a casa donde allí nos esperaban impacientes nuestros
padres que anhelaban escuchar nuestro relato de este, tan corto pero intenso,
viaje de fin de curso.
Daniel Medina Rodríguez
6ºB de Primaria
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