El
siguiente artículo, cuyo autor es el investigador palmero don José Guillermo
Rodríguez Escudero, fue publicado originalmente en la revista BienMeSabe
Colegio
de Santo Domingo de Guzmán, La Palmita. Santa Cruz de La Palma. (I)
Desde
aquella fecha, 1908, el admirado y querido colegio de La Palmita ha
desarrollado ininterrumpidamente su labor docente en el seno de la sociedad de
Santa Cruz de La Palma, habiendo pasado por sus aulas generaciones de niñas y
jóvenes que recibieron allí una educación religiosa, antes no conocida en la
isla al carecerse de colegio de esta índole en La Palma. He creído conveniente
transcribir literalmente este apartado que, “a modo de prólogo”, iniciaba en
1954 un Homenaje a la memoria de las Fundadoras de la Congregación de Dominicas
en Canarias. Con las siguientes frases se plasmaba, hace 50 años, el
agradecimiento de toda una sociedad a un grupo de religiosas foráneas llegadas
a La Palma que supieron ganarse a pulso el cariño de su pueblo anfitrión, el
palmero, orgulloso que no olvida. Éste, el próximo año 2008, celebrará muy
especialmente, eso espero, el centenario de su llegada. Sirvan estas líneas
como prolegómeno de tal acontecimiento.
A
modo de prólogo.
Ruedan
los años y en cada una de sus horas, se esfuma un recuerdo, una imagen se
borra, sin que logre evitarlo la voluntad más tenaz, el afecto más sincero.
Con
respecto a los Fundadores de la Congregación de Religiosas Dominicas de la
Sagrada Familia, de Canarias, sabemos que su recuerdo permanece vivo en todos
cuantos tuvieron la dicha de conocerles. Aún más; sigue ejerciendo su benéfica
influencia a través de los años transcurridos.
Pero,
hemos de prevenir la acción demoledora del tiempo, implacable segador de vidas
y de recuerdos…
Ha
sido concedida a nuestra Congregación la gracia especialísima de contar por
Fundadores dos almas gigantes, distintas por el temperamento, pero, gemelas en
su afán por el bien y en su celo apostólico.
Fueron
secundados en sus trabajos por religiosas de tan alto valor moral, de tan
relevantes virtudes, que llega a confundirnos el sereno estudio de su abnegada
y fecunda labor. Con ánimo esforzado sobrellevaron alegres el peso de las
dificultades que acompañan a toda Fundación, mayores al tratarse de vivir con
vida propia, como fue el caso de nuestras Madres.
El
prestigio de nuestros Colegios, la multiplicación de sus actividades, el buen
espíritu que, gracias a Dios, reina en nuestras Casas, obra suya es. Sembraron
en lágrimas… y cosechamos en alegría, viendo descender la bendición divina
sobre la amada Congregación.
Para
que nuestra siembra sea rica en frutos de apostolado, y aumente la prosperidad
espiritual y material de esta Congregación que tanto amamos, precisa conservar
perpetuamente el recuerdo de quienes nos precedieron; es obra de justicia y
conveniencia; de gratitud y propio interés.
Despertar
en nuestras jóvenes Religiosas la memoria de un pasado edificante; agradecer a
las que ya se fueron y a las que aún nos quedan aquellas primera madres, su
fervor y sus desvelos; satisfacer el público anhelo de dedicar un recuerdo a
quienes dejaron en nuestra sociedad canaria estela de luz que ilumina los
hogares; bendecir una y mil veces la memoria del Obispo generoso, espejo de
virtudes, sin cuya ayuda no se hubiera llevado a cabo la fundación, es el objeto
primordial de estas páginas.
Trabajo,
realizado sin pretensiones literarias, álbum-historial…, aspira a ser solaz de
nuestras alumnas presentes, de las que lo han sido y aún de todos aquellos que
conservan encendida su admiración y gratitud hacia quienes les brindaron
generosamente un consejo, tal vez, el consuelo en las mil dificultades de la
vida…
Es
un revivir de aquellos años felices que discurrieron a la sombra del amadocolegio, sea éste el que fuere. Tiempos que recordamos con nostalgia y
simpatía…
Tiempos
de nuestros inolvidables madre Pilar y padre Cueto…
En
esta modesta obra hallaréis defectos de ejecución, de forma o presentación, más
por encima de todo eso que es pequeño, vuestros corazones entenderán el
lenguaje del amor y vendrán a entonar, unidos a los nuestros, un himno único de
gratitud y exaltación: Magnificat anima mea Dominum…
Fundaciones
de colegios y casas noviciado.
Entre
las Órdenes Religiosas más antiguas y de más brillante historia que hay en la
Iglesia, aparece con trazo destacado la fundada por el español Santo Domingo de
Guzmán en 1215. Es una Orden -cuyo nombre oficial es Orden de Predicadores, de
acentuado carácter democrático- que está extendida por todo el mundo católico.
Ha dado a la Iglesia 4 Papas, 86 cardenales y cerca de 50.000 mártires. Según
datos de 1973, la orden cuenta con 8.116 miembros (6.178 sacerdotes) y 38
obispos.2 Estamos, por tanto, ante una Orden apostólica de no envejecido
espíritu, tan eficaz y oportuna ahora, como lo fue en su nacimiento; adornada
con el florecimiento de verdaderos colosos en santidad y ciencia, ostentando
dos ramas de órdenes femeninas: la Segunda Orden o de Clausura (nuestras
«Catalinas» de Tenerife) y Tercera Orden, Regular y Secular. A la Tercera Orden
secular (seglares) pueden pertenecer indistintamente, como es sabido, hombres y
mujeres.
Aquí
adjunto la relación de Colegios y Casas Noviciado, fundadas por la Congregación
de Dominicas de la Sagrada Familia, tanto en Canarias como en la Península y
América, desde 1891 y durante los primeros 64 años de su existencia.
-
Colegio de San José en Las Palmas de Gran Canaria, 1891.
-
Colegio de Santa Rosa de Lima de La Laguna. Tenerife, 1907.
-
Colegio de Santo Domingo de Guzmán, La Palmita, Santa Cruz de La Palma, 1908.
-
Scala- Coeli. Teror (Gran Canaria). Casa Generalicia y Noviciado, 1925.
-
Colegio del Sagrado Corazón de Jesús. Santa Cruz de Tenerife, 1928.
-
Casa Noviciado y Colegio de la Presentación. Villava, Navarra, 1929.
-
Colegio de la Beata Imelda (Pitrufquén), Chile, 1935.
-
Colegio Fuenzalida. Santa Juana, Chile, 1936.
-
Colegio de la Inmaculada Concepción. Guía, Gran Canaria, 1938.
-
Colegio del Amor Misericordioso. Los Llanos de Aridane, La Palma, 1938.
-
Escuela Técnica «Carmen Arriarán». Santiago de Chile, 1945.
-
Residencia Universitaria «Nuestra Señora del Pino». Madrid, 1950.
-
Colegio de la Sagrada Familia. San Fernando de Apure. Venezuela, 1953.
-
Colegio de Santo Domingo de Guzmán. Caracas, Venezuela, 1954.
-
Liceo «Carmela Romero». Concepción. Chile, 1954-1955.
La
invitación que la Comunidad Dominica en Las Palmas recibe desde Santa Cruz de
La Palma para aceptar una fundación en esta capital, fue el inicio de este
histórico episodio. Fue en 1907 el año en el que el prestigioso abogado Don
Domingo Cáceres, persona muy estimada, había resuelto emplear una parte de sus
bienes en la fundación de una Comunidad religiosa dedicada a la enseñanza, que
admita alumnado gratuito.
Don
Domingo había nacido en Los Llanos de Aridane el 9 de abril de 1855. Era hijo
de Don Antonio Cáceres Lorenzo y de Doña María Ambrosia Kábana Wangüemert,
naturales de la misma localidad. Poseedor de una bien saneada fortuna, demostró
su altruismo y altos valores humanos al tratar de fundar en la casa de su
hacienda La Palmita una institución benéfica para educar a huérfanas
desamparadas.
Por
este motivo, el acaudalado caballero viaja a Tenerife donde es recibido por el
Obispo de la Diócesis Nivariense, el Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Nicolás Rey
Redondo, para exponerle esta loable y original proposición. La respuesta no se
hace esperar: el prelado no puede comprometerse a enviar allí Comunidad alguna,
pues las bases presentadas no garantizan su subsistencia.
Lejos
de desanimarse, Don Domingo continúa su viaje a Las Palmas de Gran Canaria,
donde manifiesta su deseo al Obispo de la Diócesis de Canarias, el Excmo. y
Rvdmo. Sr. Don José Cueto y Díez de la Maza. Inicialmente el mitrado duda, pero
es tal la insistencia del palmero, que el Padre Cueto -como es conocido
cariñosamente-, acaba por persuadirse de que en ello anda la mano de Dios, que
reserva a la fervorosa Comunidad dominica, aquel campo de apostolado.
A
partir de esos momentos, comienza a fraguarse y a tomar forma la idea de la
anhelada fundación.
Desde
aquella primera entrevista en Las Palmas, Don Domingo había quedado encantado
con el Padre Cueto. Esto dio ocasión a una amistad tan sincera y profunda que
sólo la muerte pudo cortar. El abogado y donante -que había dejado para el
sostenimiento de la fundación diversas fincas de su propiedad en Santa Cruz de
La Palma, El Paso, Breña Alta, Fuencaliente y Tazacorte, y había vendido varios
solares en este último municipio-, hablaba siempre del Obispo como deun alma
excepcional. Fue tal el cariño y la confianza que le merecía, que llegó a
nombrarlo su albacea.
D.
Domingo Cáceres -que había contraído matrimonio en la capital de La Palma con
doña María del Carmen Kábana Valcárcel el 8 de abril de 1891-, murió en esta
preciosa ciudad el 4 de junio de 1907, a la temprana edad de 52 años, no
pudiendo ver materializado su tan deseado sueño.
Don
Domingo Cáceres Kábana, dueño de La Palmita de arriba, otorgó testamento ante
el notario Don Aurelio Gobea Rodríguez a 14 de marzo de 1907, y en su cláusula
sexta dice textualmente: Quiero y dispongo que con las fincas que expresaré en
este mi testamento, se constituya un Instituto benéfico para la educación de
huérfanas, señalando como local la casa enclavada en la finca titulada La
Palmita, bajo las órdenes y dirección del Excmo. e Iltmo. Señor Obispo de Canaria
Doctor Fray José Cueto Díez de la Maza, o para cualquier otra institución que
dicho Señor Obispo tuviere por conveniente, de carácter benéfico-religiosa. Así
quedó escrito y consta en el Archivo familiar Carrillo Kábana, en Santa Cruz de
La Palma.
Sin
embargo, aunque muy tarde, su última voluntad sí pudo ser cumplida por la
Congregación. El 5 de junio de 1953, se trasladaron solemnemente sus restos a
la Capilla del Colegio. En la ceremonia estuvo presente al Rvda. Madre General,
con todas las religiosas, numerosas autoridades y una inmensa concurrencia de
público.
Primer
viaje a La Palma.
Volvamos
a los orígenes de la fundación. Menos entusiasta con esta aventura resultó ser
la prudente Superiora Madre Pilar. La propuesta de su Obispo le hacía prever grandes
dificultades. Sin embargo, no pudiendo negarse, pide la autorización episcopal
para ir a La Palma y conocer in situ las condiciones en las que se pretendía
asentar la nueva casa.
La
acompañó la Madre Amparo. La travesía resultó muy penosa. Era el mes de junio
de 1907. Puesta la Madre en contacto con las realidades a estudiar, tropezó con
grandes inconvenientes de difícil solución; tanto que llegó a persuadirse de la
imposibilidad de realizar la fundación. Sin embargo, recordando las fervorosas
palabras de ánimo e ilusión del Padre Cueto, optó finalmente por complacerlo y
por su deseo de cooperar a la salvación de las almas. Así, se determinó a
aceptar la fundación.
En
octubre de 1907 se fundó el Colegio de «Santa Rosa de Lima» de La Laguna
(Tenerife) que había sido instituido como fundación personal de la Madre Pilar
bajo la autorización del Obispo de Tenerife, Sr. D. Nicolás Redondo, atendiendo
las repetidas súplicas de las familias tinerfeñas, quienes no escatimaron
sacrificios, ni fatigas para llevar a aquella juventud el beneficio de la
educación cristiana.
Fundación
de «La Palmita».
El
Padre Cueto, como popularmente se le llamaba, había aceptado el encargo del
otorgante y en cumplimiento de su voluntad, dispuso que fuese la Comunidad de
Religiosas Dominicas Terciarias de la Enseñanza las que se hicieran cargo de la
fundación para que rijan, gobiernen y administren el expresado establecimiento
con el mayor celo e interés y con plenitud de facultades, con encargo de
cumplir estrictamente lo ordenado por el testador.
El
19 de febrero de 1908 fue cuando la Rvdma. Madre Sor María Pilar de la
Anunciación -Fundadora y 1ª Superiora General, conocida cariñosamente por su
Congregación como Madre Pilar-, salió por segunda vez rumbo a la Isla de La
Palma, sin descansar apenas de las fatigas de la fundación de La Laguna.
También su salud se había resentido en su primer viaje en aquella Isla un año
antes. Fue tal el ajetreo y las impresiones recibidas allí que tuvo que
permanecer en el Hospital de Dolores, donde las Hermanas de la Caridad la
rodearon de cuidados y de exquisitas atenciones hasta su regreso a Las Palmas.
En
esta ocasión, el médico se había opuesto tajantemente a que embarcara. A la
fiebre alta, se unía el calor sofocante que reinaba en esos momentos: 39,5
grados. Haciendo caso omiso de los consejos de todos, partió hacia la Isla
Bonita.Como todos los grandes siervos de Dios, hacía poco caso de sus achaques.
Desde La Laguna llegó al muelle de Santa Cruz de Tenerife sintiéndose mejor,
con algo menos de fiebre. Aquella misma tarde emprendió un viaje tan temido y
tantas veces aplazado.
La
acompañaron las obreras experimentadas: Rvdas. M. Jesusa y M. Margarita Henríquez
(Sor Margarita de la Coronación de Espinas), y la Hna. Sor María Luisa.
Después
de una penosa travesía, llegaron al muelle de Santa Cruz de La Palma. Allí se
encontraba la respetable suegra de Don Domingo, Doña Ana Valcárcel -madre de
Doña Carmen Kábana, esposa de aquél-. Tras el recibimiento, acudieron a la
fastuosa Parroquia Matriz de El Salvador, para que saludasen al Divino
Prisionero, depositando a sus pies todos sus anhelos y esperanzas.
Con
estas palabras se narraron aquellos instantes en el Álbum-Historial editado en
1954, para homenajear a los Fundadores de la Congregación: ¡Breve, pero sabrosa
entrevista, en la que los obreros pidieron al dueño de la mies, fuerza y
aliento en su servicio! ¡Cómo llenaría de dulcedumbre sus corazones en recompensa
a tantos sacrificios y en previsión de los que aún les retaban por padecer!
Después
de aquel momento de descanso, ascendieron la cuesta que les separaba de La
Palmita y tomaron posesión de la casa. Ésta se ubicaba en una ladera hacia el
oeste de la ciudad, frente al mar y con unas impresionantes vistas de la bahía
capitalina, muy alegre y bonita. Doña Carmen Kábana les había preparado
abundantes provisiones de alimentos. Era la casa donde habitaba por el
matrimonio Cáceres, por lo que no era apta en aquellos momentos para asentar
una Casa Colegio. Hubo que enfrentarse con grandes modificaciones.
El
jardín que rodeaba la hacienda estaba lleno de palmeras, así como toda la
finca, lo que justificaba su nombre.
El
Colegio fue puesto bajo la advocación del Santo Padre Santo Domingo de Guzmán,
en memoria de su fundador. (...) Los corazones palmeros, tan singularmente
sensibles a todas las manifestaciones de la belleza, supieron apreciar y amaron
apasionadamente a aquellas Madres, inteligentes, discretas, amables,
sacrificadas (...).
Continuando
con las palabras escritas como elogio a sus fundadores, cuya memoria no ha
muerto con el tiempo: El perfume de sus virtudes envuelve aún el amado Colegio,
como las flores que cubren sus muros, escalando sus balcones (...) En lo más
hondo de las arcas, celosamente guardado entre las joyas y recuerdos
familiares, conservan, las que fueron sus alumnas, algún retrato, alguna cinta,
una flor: algo que tuvo relación con la Madre preferida, con la Madre que dio
los primeros toques al modelado de sus almas (...)
La
oportuna entrega de bienes tuvo lugar en el locutorio provisional de la casa
donde definitivamente había de establecerse el colegio, actuando en el acto
Doña María del Carmen Kábana Valcárcel, viuda del donante Don Domingo Cáceres,
a favor de la Comunidad de Religiosas Dominicas Terciarias de la Enseñanza.
Desde
aquella fecha, 1908, el admirado y querido colegio de La Palmita ha
desarrollado ininterrumpidamente su labor docente en el seno de la sociedad de
Santa Cruz de La Palma, habiendo pasado por sus aulas generaciones de niñas y
jóvenes que recibieron allí una educación religiosa, antes no conocida en la
isla al carecerse de colegio de esta índole en La Palma.
A
finales del siglo XVII se la mencionaba como una propiedad de viña y tierra
calma y huerta de hortalizas con tres casas de tea y tejas, dos tanques de
argamasa y árboles frutales, en dos partes separadas con un camino que sale de
la calle de Jorós al Barranco de los Dolores. El regidor perpetuo del antiguo
Cabildo de la Isla, y Capitán de las Milicias de La Palma Don Matías de Escobar
Pereira, tras efectuar varias transacciones de compraventa y trueques,
finalmente logró reagrupar varias fincas, dando como resultado esta heredad
conocida como La Palmita.
Como
nos indica el Cronista de la capital palmera, Don Jaime Pérez García, en una de
sus magníficas obras, la hacienda tenía un cañón de agua para su abasto por
acuerdo de dicho Cabildo de fecha 16 de abril de 1685. Continúa describiendo
con detalle el lugar, poseedor de dos estanques, casa, árboles y tierra calma
valorada en 4.000 reales.
La
parte superior de esta hacienda, hacia el poniente, lindaba por arriba con
tierras de Matías Lorenzo, por abajo el dicho camino, por un lado el dicho
barranco de Los Dolores y huertas de Don Andrés de Valcárcel y Lugo, por el
otro el camino real que sube de la calle de Jorós y pasa al barrio de Santa
Catalina.
Las
laderas, orientadas hacia el barranco, fueron dejadas al Hospital de Dolores
por Doña María Luis, llamada La Patata. Después de pasar a manos del pajarero
Don Pedro Marín, después al licenciado Don Alonso de Castro Vinatea, etc.,
finalmente pasó a Don Matías de Escobar en 1655.
La
parte inferior de la hacienda, hacia el naciente, son las huertas de
hortalizas, tierra calma y árboles con dos casas de tea y teja que la una está
en lo más alto de esta parte es sobradada y antigua. Esta parte valía 13.000
reales. Una de sus porciones fue de Melchora de los Reyes y de María de la
Cruz, hermanas, que llamaban las palmitas por una palma grande que estaba junto
a la puerta. Otro trozo perteneció al Hospital, a Doña Margarita Pérez y a Doña
Juana Pérez del Corral. Y así un largo etcétera.
La
hacienda transmitida en la descendencia de Don Matías de Escobar a través de su
hija Doña María de Escobar y Rojas, y tras las diversas particiones de las
herencias, llegó a servir de fianza en 1763, cuando el Doctor Don Felipe de
Alfaro y Poggio, Castellano del Fuerte de San Carlos, fue nombrado hacedor de
rentas del Cabildo Catedral. Don Jaime Pérez García sigue informándonos de que
la familia se obligó con todos sus bienes para responder con ellos de la
seguridad de los caudales a administrar, hipotecando una propiedad que se
compone de dos huertas que tenemos en el barrio de Jorós en esta ciudad que
dicen La Palmita, que a justa y prudente estimación valen cinco mil pesos.
La
Palmita de Arriba, que es la finca que nos ocupa, fue heredada por la hija de
Don Felipe, Doña María Josefa de Alfaro. Más tarde fue legada a una sobrina
llamada Doña Magdalena Monteverde y Poggio, hasta que fue hipotecada en favor
del rico terrateniente Don Domingo Cáceres Kábana, al que se la vendió con
posterioridad el 21 de noviembre de 1886. Don Jaime Pérez García también nos
recuerda en su obra que esta compra se efectuó por escritura otorgada ante el
notario Don Melchor Torres Luján: en ella, su propietario edificó un nuevo
inmueble que dedicó a quinta de esparcimiento, obra que realizó bajo la
dirección del maestro de obras Don Felipe de Paz Pérez.
Llegan
las Hermanas.
Era
Viernes Santo por la noche, un 19 de abril de 1908, cuando se embarcó en el
muelle de Las Palmas de Gran Canariaun grupo de religiosas destinadas a la
nueva Casa de La Palma. ¡Triste despedida y memorable noche!
Después
de la larga travesía, desembarcaron en la capital palmera el Domingo de
Resurrección. Al cruzar las calles en busca de su desconocida morada, se
encontraron con la solemne y multitudinaria procesión del Santísimo Sacramento
bajo el palio de tisú y oro, propio de aquella mañana. ¡Jamás pudieron soñar
mejor recibimiento! Esto les sirvió para adquirir las fuerzas necesarias y
ascender las cuestas hasta La Palmita con ánimos renovados y con una gran
ilusión. Sabían que les aguardaba un futuro lleno de privaciones y verdaderas
necesidades. Tendrían que hacer frente a un proyecto en el que las rentas
serían limitadas. Al tratarse de alumnas gratuitas, la carencia de recursos era
uno de los graves inconvenientes en su nueva vida. A pesar de ello, el fruto espiritual
que veían crecer en las almas, les llenaba de infinito consuelo.
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