Es hora de tu compromiso.
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Es hora de tu compromiso |
Tener
una pasión significa que hay algo o alguien que ocupa un lugar importante en
nuestra vida. Significa que la existencia tiene un norte que la orienta.
Significa que hay cosas que valen más que otras y, consecuentemente, que por
las que valen, se pueden dejar algunas de lado. Tener una pasión es apostar,
elegir, entregar, dedicar, identificarse y hacerlo con fuerza y entusiasmo
(¡echando el resto!).
Puede
que no esté de moda el apasionamiento. Pero el apasionado tiene una gran
ventaja en medio del “ahorro vital” característico de nuestros días: sabe cuál
es la razón y el sentido de su vida.
Jesús
de Nazaret fue un gran apasionado. Primero de Dios, a quien llamaba Padre.
Luego, pero al mismo tiempo, de sus hermanos y hermanas; sobre todo, de los más
pobres. Esa pasión la vivió como entrega y servicio amoroso. La pasión por el
Padre, la intimidad y la profunda comunión de sentimientos con él, la trasladó
a su relación con los hombres y mujeres de su alrededor. Así, su pasión de hijo
se hizo compasión fraterna. Dios, en él, se hizo misericordia entrañable y
abrazo humanizador. Y, a decir verdad, Jesús apuró esta pasión compasiva hasta
el final: su apasionamiento le llevó a la Pasión en la cruz.
Domingo
de Guzmán entendió que su vida o era apasionada, como la de Jesús, o no tenía
sentido. Por esa pasión lo dio todo. Por donde anduvo vivió, sintió, acogió,
contempló, celebró, compartió, estudió y predicó la pasión compasiva de Jesús.
Y ese “talante” lo dejó a los suyos en el carisma dominicano. Consecuentemente,
no hay vida dominicana sin apasionamiento y sin compasión.
La
pasión compasiva dominicana brota y se nutre de la contemplación: un modo de
ver el mundo y los otros con los ojos de Dios. Paso previo para unirnos a su
causa: el Reino. Un Reino que no está en otro mundo sino que es éste
transformado en otro, con los hombres y mujeres concretos, en especial los
últimos, los empobrecidos, los marginados. De este modo, la pasión dominicana
se hace compasión: un estremecimiento fraterno que orienta la palabra y la vida
a favor de la justicia y la paz en nuestro mundo. Este es el motor de nuestra
predicación, del anuncio de la Buena Noticia de Jesús para cada uno de sus
hijos.
Puede
que no sean tiempos de pasiones. Puede que, por ello, no andemos muy sobrados de
compasión. Sin embargo, no es desacertado afirmar que solo una vida apasionada
puede ser verdaderamente humana. La decisión es tuya: ¿quieres “ir tirando” o
“vivir con pasión”…? ¿Merece la pena ser apasionado?